By David Leija Bear“¿Pasaporte? Listo. ¿Guitarra? También. ¿Mochila? Ya esta. Fuímonos!” Acababa de meter la camioneta a un contenedor para embarcarla y mandarla desde Colón Panamá, hasta Cartagena, Colombia. Batallé al salir por la puerta de atrás de la camioneta ya que estoy bien cuadrado y grande (ya quisiera). Imaginate la cosa con menos gracia que jamás has visto en la vida; algo asi aparenté. Batallé tanto porque mi primo había instalado unos cajones de seguridad reforzados y luego al lado de esos cajones, había una disque regadera que, claro, jamás hemos usado. Al salir del contenedor y cerrarlo con candado pensé, “Ya estuvo. Ya no nos podemos regresar –o acabamos o acabamos!” De ese momento en adelante estábamos en las manos de Dios aún más. Estábamos sin vehículo hasta que voláramos sobre la selva incruzable de Darien y llegáramos a sacarlo en el puerto de Cartagena, Colombia, ubicado en el siguiente continente. Adelantémonos unos cuantos días increíbles (my primo Edgar escribió sobre ellos en su blog, léanlo!) y llegamos a la capital cumbiambera del mundo, Colombia.
*** Nos despertamos esa mañana en el aeropuerto y nos subimos a un taxi para llegar a la casa de la familia con quien nos íbamos a hospedar. Siempre soñaba con ir a Colombia y aunque ya estuviera acostumbrado a estar en America Latina, pude distinguir el sabor caribeño que rodeaba Cartagena. Estaba tan cansado esa mañana pero mi emoción de estar cumpliendo un sueno me daba pilas para seguir adelante y disfrutar del paisaje. No nos tardarmos mucho en llegar a la casa de la familia Arciniega donde nos iban a recibir nuestros nuevos amigos de por vida, Paulo y sus padres. No los conocíamos aún pero al llegar sentimos una alegría al ser recibidos con los brazos abiertos. Hubo un ambiente lleno de amor en esa casa. Se sentía la presencia de Dios. Paulo es un estudiante de percusión en una universidad privada en Bogotá. Estaba de vacaciones de la universidad y pasando los días festivos con la familia. Su primo/vecino/compañero de casa en la universidad/guitarrista y chavo buenísimas onda, Andrés, andaba en las mismas. Andrés, vive al lado allí en Cartagena con sus padres, abuelos y hermano menor –mi tocayo y el chavo de 14 años mas trucha que jamás he conocido en la vida, Juan David. Esta era la gente con quien, sin intenciones de quedarnos tanto tiempo, íbamos a vivir y compartir el próximo par de semanas. Aún no sabíamos que estábamos a punto de conocer a una de las personas más interesantes que habíamos conocido en el recorrido, Liney –el detalle es que estaba trabajando esa mañana. Entramos a la casa como limosneros (por lo menos asi me sentía, todo greñudo) por el hecho de habernos quedado a dormir en el aeropuerto esa noche. El calor caribeño me dio un cansancio más fuerte del que ya tenía desde que no estaba acostumbrado. Luego de un poco de conversación nos echamos una pequeña siestecita hasta que nos despertaramos para el almuerzo y un poco de sobremesa. La Sra. Arciniega se aseguró que probáramos un platillo tradicional colombiano diferente cada día acompañado con agua fresca de sabor . Esto solamente era una probadita de la hospitalidad que íbamos a recibir. Nos enamoramos de Colombia más rápido de lo que puedes decir, patacón. Ya que me había despertado después de la siestecita, sali al patio y me pego un solazo deslumbrante y a también las ganas de bailar por la música del vecino como si me dijera, “Bienvenido a Cartagena David ;)”. Cada dia sentí lo mismo –tanto que si no se escuchaba música a todo volumen afuera… como algo estaba mal. Lo que realmente me encantó fue que esto era la vida cotidiana y nada fuera de lo común. Senti que enfin había encontrado a mi gente. Cartagena era el lugar donde todo mundo era igual de alegre y ruidoso que yo. Caminando por la calle y hablando con la gente me di cuenta de que Colombia no era tan distinto a México. De hecho, encontraba consuelo al ver que enfrentamos problemas y dichas similares; encontré que nos llevábamos super bien con los Colombianos. Colombia tiene una cultura tan fuerte y a la vez, muy suya. Igual que México la cultura cambia de región a región. El area del norte en donde estábamos nosotros es reconocida por su comida deliciosa, su genta alegre, bonita y amigable; y tal vez lo mas famoso de la región que es su cultura musical y patrimonio del país –el vallenato. La música vallenato es considerada como un patrimonio cultural inmaterial de acuerdo al UNESCO- (la organización de las naciones unidas para la educación, la ciencia y la cultura) como lo es el mariachi en México. Colombia tiene una cultura tan fuerte en cada sentido de la palabra, que no necesita comparación (ya sé, ya sé, la acabo de comparar a México… pero saben a que me refiero!) Colombia es Colombia –que mas se puede decir? Como si eso no fuera suficiente, el 87% de la gente encuestada en Colombia por el WIN/Asociación Gallup Internacional reportaron que eran felices. De todos los países encuestado, Colombia tuvo el porcentaje más alto de gente feliz haciéndolo el país más feliz DEL MUNDO en el 2016. Se nota esa alegría en la gente al caminar por las calles históricas del centro de Cartagena. Caminando por encima de las murallas que rodean el centro de la ciudad mientras disfrutábamos de un café tinto –la especialidad Colombiana, sentí una tranquilidad imensa. Uno de mis momentos favoritos en Cartagena, y en la vida, era caminando en las murallas mientras que el sol bajaba sobre el mar al atardecer. Dentro de las murallas hay ventanitas donde se sientan las parejas jóvenes a disfrutar de los sonidos de las holas chocando contra las paredes mientras el sol desaparece en el horizonte. Es un lugar verdaderamente encantador. Si caminas más hacia el centro vas a topar con una de las inumerable plazas nombrada por el libertador, Simon Bolivar. Por la noche hay espectáculos culturales de baile y música afro-colombiana folclórica y tradicional. Asegúrate de encontrar a un tintero para que puedas disfrutar de un cafecito colombiano que venden por todas partes. Es una delicia y amplificará lo que hagas en todo momento. Gracias a Dios pudimos hacer esto una y otra vez ya que al fin de cuentas nos tuvimos que quedar en Cartagena por tanto tiempo. Lo que pasó fue que tuvimos dificultades tramitando los documentos de la camioneta junto con la persona con quien compartíamos el contenedor y debido a eso, no tuvimos opción más que quedarnos en Cartagena hasta que todo estuviera en orden. Originalmente habíamos planeado quedarnos solamente tres días y pasar el año nuevo en Barranquilla y desde allí seguir con el viaje. Desde entonces hemos dejado de hacer planes porque nuestros planes nunca pero nunca salen. Después de un rato ya nos empezó a dar pena por haber estado tanto tiempo pero la familia Arciniega se aseguró de que nos sintiéramos como en casa en todo momento. Estoy seguro que Dios los puso en nuestro camino para prepararnos para lo que teníamos por delante; una familia tan calurosa, una viajera experta en Liney que ha hecho este recorrido DOS veces y hermanos musicales en Paulo y Andres. No cabe duda. En fin, después de un proceso demorado y agotador (mi primo escribe sobre ello en su blog, Panama, léanlo!) recuperamos la camioneta! El tiempo había llegado para que siguiéramos en nuestro camino. La brisa y la carretera nos llamaban -pero no antes de llevar a cabo una aventura más; por sugerencia de la Sra. Arciniega. Nos comentó que quería echarse un viajecito al mar con toda la familia. El día siguiente hicimos justamente eso. Como la familia burrón nos subimos todititos a la camioneta –las mamás, los abuelitos, la tia, los primos –a toda la banda y nos fuimos a Playa Blanca en el mar caribe para pasarla juntos un día más. Solo había pasado un par de semanas pero me sentí como si conociera a esta familia toda la vida. Comimos, conversamos, bailamos y gozamos durante esas dos semanas. Nuestro tiempo en Cartagena ya había llegado a su fin, pero nuestro amor por Colombia apenas había comenzado. Puede que suene como tontería ya que hemos llegado tan lejos pero durante los primeros siete países que recorrimos en esta gran odisea... tuve mis dudas. El sueño de recorrer el resto del continente no se me hacia verdadero y sentía que se podía acabar en cualquier momento sea por falta de dinero, fallas automovilísticas u otra de las innumerables cosas que podían ocurrir. Lo que si mantuve en la mente fue que las ganas no nos iban a faltar. Pero todavía me faltaba… algo. El momento en el que subimos el carro al contenedor para enviarlo alrededor del tapon del Darien y que cruzamos esa famosa selva en avión, fue el momento en el que supe que íbamos a cumplir nuestra meta y llegar al final del mundo. Todo el proceso de atravesar la frontera más difícil de cruzar en las americas solo fue una prueba. Conocimos Sud América a través de Colombia y no pudimos haber tenido mejor introducción. Ahora que vamos en camino hacia el noveno país del viaje me siento seguro. Siento que entre más fronteras cruzamos, se van derrumbando nuestras fronteras mentales y lo más lejos que llegamos, lo más que crece el sueño. El famoso escritor brasileño, Paulo Coelho escribió que, “La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”. Tomando eso en cuenta, entonces por qué es que no nos atrevemos a soñar más allá de lo que nos imaginamos? Y ese sueno puede significar algo diferente para todos nosotros. En EEUU nos dicen eso desde la infancia pero realmente lo creemos? Mis sueños nunca han sido tan grandes como lo son ahora pero la diferencia es que ahora, gracias a la gente que tengo alrededor de mí, creo en ellos. Ahora que he empezado, jamás bastaré. Al cruzar esta frontera hemos pasado el punto en donde no podemos regresar (por lo menos en mi mente) y estamos listos para enfrentar cualquier reto. Entré a Sud América con incertidumbre. Ahora la única cosa de la cual estoy incierto es si llegue el día en que me voy de este lugar el cual hemos llegado a querer como a casa. |
David LeijaMuchacho dicharachero enamorado pero muy sincero eso si. Edgar BearEdgar es cristiano. Le encanta el futbol, viajar y conocer a la gente. Archives
January 2017
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